Desde hace unos años, se habla de la velocidad con la que se producen los cambios en nuestra sociedad. Esto me hace pensar. Al principio, me lo creí a pies juntillas puesto que yo veía que en la empresa para la que trabajaba realmente el trabajo era distinto de año en año. Sólo tengo que decir que, en aquella época, había cambiado de puesto cada dos años, si llegaba. Y hablo de responsabilidades distintas (producción, ingeniería, mantenimiento, seguridad e higiene).
Sin embargo, tiempo después conocí a una persona que me planteó. ¿Realmente cambiamos tan rápido? ¿No ha habido personas que durante su vida (no hace ni cien años) han tenido que vivir dos guerras devastadoras y todos los cambios que conllevaron? Vamos a poner el caso de un austríaco en 1910.
Vivía en un imperio. Llegamos a la Primera Guerra Mundial y, tras ella, el imperio desaparece. Vive ahora en un país. Es de suponer que la guerra le habrá afectado y puede haber perdido familiares, su trabajo, su casa, su fortuna… Tras la guerra, la situación económica es mala. Se prolonga unos años y florecen los partidos fascistas. Recordemos que, en los años 30, en Europa había relativamente bastantes dictaduras ejercidas a través de partidos: Alemania, Italia, URSS… España se incorpora a este tipo de situación al final de la década con Franco.
Por supuesto, en 1936, hay guerra en España y en 1938 Alemania ocupa Austria y los Sudetes checos. En 1939, estalla la Guerra Mundial. Seis años de guerra y este austríaco vuelve a estar en una situación comprometida. Probablemente haya perdido familiares y amigos de nuevo, su casa, su fortuna, sus propiedades… Ahora Austria es una república democrática que intenta ser neutral en la guerra fría con países bajo dictaduras comunistas en sus fronteras.
¿Os parecen pocos cambios en 30 años? No envidio la situación de este austríaco. Entonces, ¿de qué viene esa sensación de que ahora las cosas van más rápido?. Pues pienso que viene de que, ahora, la creación e impulsión del cambio se realiza en el ámbito empresarial y social (me refiero a las costumbres y usos sociales) y no tanto como resultado de enfrentamientos políticos y militares.
Y se debe también a que venimos algo «empachados» de una situación de estabilidad y cierta bonanza económica (aún a pesar de las crisis intermedias que hayamos podido sufrir y, por supuesto, la actual). En el ámbito empresarial, los mercados se encontraban en demanda tras la Guerra Mundial y han tardado varias décadas en saturarse así que ha habido crecimiento económico en Europa Occidental. Hasta que esto se acabó y hemos entrado, poco a poco, en una situación de gran competencia por los mercados debido a la aparición de otras potencias (China, por ejemplo, en el campo de la producción industrial, India en el terreno informático, Corea en astilleros, etc.) y la necesidad de buscar nuevas cosas que ofrecer a los consumidores. Estas novedades, como tales, vienen de la mano de cambios en usos y costumbres y nunca está claro qué es antes: el cambio en la costumbre o la aparición del producto. Por ejemplo, inventan internet, a alguien se le ocurre crear los blogs y aquí estoy yo, que dedico unas horas a escribir en el blog, cosa que antes ni se me ocurría. Como consecuencia, nos vemos inmersos en esta vorágine de cambios.
Y diréis, ¿qué tiene esto que ver con la Dirección de Proyectos? Pues lo sabrán en la siguiente entrada.